Siguemee

martes, 24 de enero de 2012

Leer, Capítulo 31; Casi...

Patch arqueó sus cejas. -“¿Qué?”- -“Eh, nada. Nada de nada. Tu limpias, yo seco.”- ¿Qué pasó para que tratara a Patch como tu peor vicio? Me pregunté. ¿Qué pasó para que ignorara lo malo y me quedara con lo bueno? No nos tomó mucho tiempo en terminar de fregar los platos, y cuando lo hicimos, nos encontramos apretujados en el espacio al lado del fregadero. Patch se movió para quitarme la toalla y nuestros cuerpos se tocaron. Ninguno de los dos se movió, manteniendo el frágil enlace que nos mantenía unidos. Yo me alejé primero. -“¿Asustada?”- Murmuró él. -“No.”- -“Mentirosa.”- Mi pulso se aceleró. -“Tú no me asustas.”- -“¿No?”- Hablé sin pensar. -“Tal ves solo me asusta…”- Me maldije por a penas comenzar la oración. ¿Ahora qué se supone que dijera? No iba a admitirle a Patch que todo sobre él me asustaba. Eso le daría permiso para provocarme más. -“Quizá tenga miedo a… a…”- -“¿Qué yo te guste?”- Aliviada por no tener que terminar mi propia oración, automáticamente respondí -“Sí,”- y me di cuenta muy tarde de lo que había confesado. -“¡Digo, no! Definitivamente no. ¡Eso no era lo que estaba intentando decir!”- Patch rió suavemente. -“La verdad es que parte de mi definitivamente no esta cómoda contigo alrededor”- Dije. -“¿Pero?”- Me aferré a la encimera tras de mi. -“Pero al mismo tiempo, siento una aterradora atracción hacia ti.”- Patch sonrió. -“Que creído eres”- Dije, empujándolo con mi mano. Él atrapó mi mano contra su pecho y bajó mi manga hasta mi muñeca, cubriendo mi mano con ella. Así de rápido, hizo lo mismo con la otra manga y sostuvo mi blusa por los puños, dejando mis manos capturadas y mi boca abierta en protesta. Me jaló hasta tenerme cerca y no se detuvo hasta que estuve directamente en frente de él. De repente, él me levantó y me sentó en la encimera. Mi cara estaba al mismo nivel que la suya y me petrificó con una sonrisa oscura y tentadora. Fue entonces cuando me di cuenta que desde hace días, este momento había estado danzando los límites de mis fantasías. -“Quítate lo gorra”- Dije y la palabras se escaparon antes de que pudiera detenerlas. Él la giró, poniendo la visera hacia atrás. Me moví hasta el borde de la encimera y mis piernas colgaban a los lados de él. Algo dentro de mí me decía que me detuviera, pero rechacé la voz hacia los confines de mi
mente. Él puso sus manos en la encimera, justo al lado de mis caderas y se acercó inclinando su cabeza hacia un lado. Su olor, el cual era como de tierra mojada, me sobrecogió. Inhalé dos veces. No. Esto no estaba bien. Esto no. Con Patch no. Él era aterrador. De una manera buena, sí. Pero también de una manera negativa. Una muy negativa. -“Deberías irte”- Susurré. -“Definitivamente deberías irte.”- -“¿Ir aquí?”- Su boca estaba en mi hombro. -“¿O aquí?”- Se movió hasta mi cuello. Mi cerebro no podía procesar ni un pensamiento lógico. La boca de Patch estaba moviéndose hacia el norte, hasta mi mandíbula, probando suavemente mi piel… -“Mis piernas se están durmiendo”- Solté. No era del todo una mentira.
Estaba experimentando una sensación de hormigueo por todo mi cuerpo, las piernas incluidas. -“Yo podría resolver eso.”- Las manos de Patch se cerraron sobre mis caderas. De repente mi teléfono sonó, salté al escucharlo y lo saqué fuera de mi bolsillo. -“Hola, cariño”- Mi mamá dijo alegremente. -“¿Te puedo llamar después?”- -“Seguro. ¿Qué pasa?”- Cerré el celular. -“Tienes que irte”- Le dije a Patch. -“Ahora.”- Él volvió a girar la visera de su gorra. Ahora su boca era lo único que podía ver bajo ella y estaba curveada en una sonrisa pícara. -“No llevas maquillaje.”- -“Debí haberlo olvidado.”- -“Que tengas dulces sueños.”- -“Seguro. No hay problema.”- ¿Qué fue lo que él dijo? -“Sobre la fiesta de mañana en la noche…”- -“Lo pensaré”- Logré decir. Patch guardó en mi bolsillo un pedazo de papel y su contacto envió una sensación de calor abajo en mis piernas. -“Aquí esta la dirección. Te estaré buscando. Ven sola.”- Un momento más tarde escuché la puerta frontal cerrarse tras él. Un fiero sonrojo se abrió camino hasta mi cara. Demasiado cerca, pensé. No había nada malo con el fuego… siempre y cuando no te le acercaras demasiado. Algo que tengo que tener en mente. Me recosté de espalda a los gabinetes, respirando entrecortadamente.

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