Siguemee

jueves, 3 de noviembre de 2011

Leer: capitulo 2 El pupitre

Vee metió su libreta dentro de la mochila y cerró la cremallera. Yo me mordí el labio y le dediqué un breve adiós con la mano. Después me volví levemente, revisando la sala detrás de mí. Sabía los nombres de todos mis compañeros... excepto de uno. El transferido. El Entrenador nunca lo llamaba en clase, y él parecía preferirlo así. Estaba sentado apoltronado una mesa detrás, los fríos ojos negros mirando siempre hacia delante. Justo como siempre. Ni por un momento me creí que simplemente se sentara ahí, día tras día, mirando al vacío. Dejó su libro de Biología sobre la mesa y se deslizó en la antigua silla de Vee. Sonreí. - Hola. Soy Nora. Sus ojos negros cortaron a través de mí, y las comisuras de sus labios se elevaron. Mi corazón dio un pequeño salto y en esa pausa, la sensación de una oscuridad sombría pareció deslizarse como una sombra sobre mí. Se desvaneció en un instante, pero todavía estaba mirándolo. Su sonrisa no era amistosa. Era una sonrisa que anunciaba problemas. Como una promesa. Me concentré en el encerado. Barbie y Ken me devolvieron la mirada con unas sonrisas extrañamente alegres. El Entrenador dijo: - La reproducción humana puede ser un asunto pegajoso... - ¡Agh! - Gruñó un coro de alumnos. - Requiere manejarla con madurez. Y como toda ciencia, la mejor aproximación es aprender siendo sabuesos. Durante el resto de la clase, practicad esta técnica a base de averiguar tanto como podáis sobre vuestro nuevo compañero. Mañana, traed por escrito vuestros descubrimientos, y creedme, voy a revisar su autenticidad. Esto es Biología, no lengua, así que ni se os ocurra trabajar con la ficción en vuestras respuestas. Quiero ver intención de verdad y trabajo en equipo. - Había un “o si no” implícito. Me senté perfectamente quieta. La pelota estaba en su campo ―yo había sonreído, y mira lo bien que eso había resultado. Arrugué la nariz, intentando averiguar a qué olía. Cigarrillos no. Algo más intenso, más apestoso. Puros. Encontré el reloj en la pared y di golpecitos con mi lápiz a tiempo con el segundero. Planté mi codo en la mesa y apoyé la barbilla sobre el puño. Solté un suspiro. Genial. A este ritmo iba a suspender. Tenía los ojos clavados delante, pero oí el suave deslizamiento de su bolígrafo. Estaba escribiendo, y quería saber qué. Diez minutos de sentarnos juntos no lo cualificaba para asumir nada sobre mí. Lanzando una mirada de reojo, vi que en su papel había varias líneas, y creciendo. - ¿Qué estás escribiendo? - Pregunté. - Y habla. - Dijo mientras lo garabateaba, cada movimiento de su mano al mismo tiempo suave y descuidado. Me incliné tan cerca de él como pude, intentando leer lo que había escrito, pero dobló el papel por la mitad ocultando la lista. - ¿Qué has escrito? - Exigí. Estiró la mano hacia mi papel sin usar, deslizándolo a través de la mesa hacia él. Lo arrugó formando una bola. Antes de que pudiera protestar, lo lanzó a la papelera al lado del escritorio del Entrenador. El tiro entró de lleno. Me quedé mirando a la papelera un momento, dividida entre la incredulidad y el enfado. Después abrí mi libreta en una página en blanco. - ¿Cómo te llamas? - Pregunté, el lápiz preparado para escribir. Alcé la vista a tiempo para ver otra sonrisa oscura. Ésta parecía retarme a sonsacarle algo. - ¿Tu nombre? - Repetí con la esperanza de que fueran imaginaciones mías el que mi voz temblara. - Llámame Patch. Lo digo en serio. Llámame. Me guiñó el ojo al decirlo, y estaba bastante segura de que se estaba riendo de mí. - ¿Qué haces en tu tiempo libre? - Pregunté. - No tengo tiempo libre. - Asumo que este trabajo es para nota, ¿así que me haces el favor? Se inclinó hacia atrás en su asiento, doblando los brazos detrás de la cabeza. - ¿Qué clase de favor? Estaba bastante segura de que era una insinuación, y busqué desesperadamente la forma de cambiar de tema. - Tiempo libre. - Repitió, pensativo - Hago fotos. Escribí Fotografía en mi folio. - No había terminado. - Dijo - Tengo toda una colección sobre una columnista de eZine que cree que hay una verdad en comer orgánico, que escribe poesía en secreto, y que se echa a temblar ante la idea de tener que escoger entre Stanford, Yale y... ¿cuál es esa grande con la H? Me quedé mirándolo un momento, sacudida por lo acertado que estaba. No tenía la sensación de que fuera una suposición afortunada. Lo sabía. Y yo quería saber cómo ―justo ahora. - Pero al final no irás a ninguna de ellas. - ¿Ah, no? - Pregunté sin pensar. Enganchó los dedos bajo el asiento de mi silla, arrastrándome más cerca de él. No muy segura de si debería apartarme y mostrar miedo, o no hacer nada y fingir aburrimiento, escogí la última. Dijo: - Incluso aunque triunfarías en las tres escuelas, las desprecias por ser un cliché del éxito. Juzgar es tu tercera gran debilidad. - ¿Y mi segunda? - Dije con rabia muda. ¿Quién era este tio? ¿Era esto algún tipo de chiste perturbador? - No sabes cómo confiar. Retiro eso. Confias... solo que en toda la gente equivocada. - ¿Y mi primera? - Exigí. - Mantienes a la vida atada muy corto. - ¿Qué se supone que significa eso? - Tienes miedo de lo que no puedes controlar. Se me puso de punta el pelo de la nuca, y la temperatura de la clase pareció bajar. Normalmente habría ido derecha al escritorio del Entrenador a solicitar una nueva asignación de asientos, pero me negaba a dejar que Patch pensara que podía intimidarme o asustarme. Sentía una necesidad irracional de defenderme y decidí en ese mismo momento y lugar que no me echaría atrás hasta que lo hiciera él. - ¿Duermes desnuda? - Preguntó. Mi mandíbula amenazaba con caerse, pero la mantuve en su sitio. - Difícilmente eres la persona a la que se lo diría. - ¿Alguna vez has ido al psiquiatra? - No. - Mentí. La verdad es que estaba yendo a sesiones con el psicólogo del instituto, el Dr. Hendrickson. No era elección mía, y no era algo sobre lo que me gustara hablar. - ¿Has hecho algo ilegal? - No. - Saltarme ocasionalmente el límite de velocidad no contaría. No con él - ¿Por qué no me preguntas algo normal? Como... ¿mi música favorita? - No voy a preguntar lo que puedo adivinar. - Tú no sabes el tipo de música que escucho. - Barroco. Contigo, es todo sobre el orden, el control. Me apuesto a que tocas... ¿el cello? - Lo dijo como si lo hubiera adivinado de la nada. - Incorrecto. - Otra mentira, pero ésta envió un escalofrío por mi piel que me dejó los dedos temblando. ¿Quién era él en realidad? Si sabía que tocaba el cello, ¿qué más sabía? - ¿Qué es eso? - Patch dio un toquecito con su bolígrafo en la parte interna de mi muñeca. Me aparté instintivamente. - Una marca de nacimiento. - Parece una cicatriz. ¿Eres suicida, Nora? - Sus ojos conectaron con los míos, y podía sentirlo riéndose - ¿Padres casados o divorciados? - Vivo con mi madre. - ¿Dónde está tu padre? - Mi padre falleció el año pasado. - ¿Cómo murió? Me encogí. - Fue... asesinado. Esto es territorio personal, si no te importa

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